Enrique, llegando a casa de la profesora Sharon K.U en Austin. Llevaba una botella de Licor 43 como regalo. Sharon la guardó y me dijo: -Cada año me trae el mismo licor-. Ambas sonreímos con cierta complicidad y pasamos al salón. Un salón enorme donde nos sentamos a la mesa para cenar, también estaba el esposo de Sharon, que había cocinado. Enrique comenzó a hablar, recuerdo que comentaba que los Podestá eran titiriteros italianos muy pobres que habían emigrado al Uruguay y de esa rama familiar provenía. Recordaba los tiempos como director de la Biblioteca Nacional, era un excelente conversador, brillante, inteligente, memorioso. Con Enrique y Ida Vitale teníamos extrañas coincidencias. Cuando ellos iban a Barcelona y me llamaban para procurar un encuentro, yo estaba en Montevideo. Pero una vez coincidimos en Barcelona, hace tres años, ambos leyeron sus poemas en la Asociación Colegial de Escritores de Cataluña. Enrique leyó poemas donde aparecían animales, eran poemas llenos de humor y de vida, no eran poemas lapidarios. Después los vi en Austin, en su casa. Antes los había visto en Nueva York, jamás en Montevideo. Me invitaron a merendar y yo llegué antes. Su apartamento en la calle de la Vaca era más pequeño que el de Montevideo, con menos libros, muy acogedor. Cuántas cosas recuerdo ahora. Fueron ellos, Ida y Enrique, quienes me abrieron, de alguna manera las puertas de una de las ciudades que más amo, Montevideo. A Enrique le gustó la Lejanía, Cuaderno de Montevideo, decía que había descrito un Montevideo muy triste y él no tenía la misma percepción. Estaba triste porque su ciudad lo borró, era un exiliado más. Todo mi agradecimiento, querido Enrique.
lunes, 23 de mayo de 2016
jueves, 19 de mayo de 2016
del Diario
Me ha dado una llave pequeña
después de haber tomado nota de mi nombre y nacionalidad. He subido hasta la
habitación del quinto piso en un ascensor estrecho cuya botonera está
brillante. Ha frenado con brusquedad y he salido con la maleta de ruedas
arrastrándola por una vieja alfombra de color ocre hasta la habitación 508. Al
abrirla he sentido una cierta familiaridad con algo, no sé muy bien con qué.
He dejado sobre la cama la ropa y
me he asomado a la ventana. Hay dos. Por una se ve la calle y una hilera de
árboles que ocultan parte de las aceras. El viento las sacude. Lo miro todo
sin curiosidad. La otra ventana da a la
escalera, al abrirla me ha sorprendido ver a una mujer bajándola lentamente.
Escucho sus pasos y también el runrún de una televisión que no debe estar
lejos. Cierro las ventanas y observo la ropa. Después me miro ante un espejo
que hay en la cabecera de la cama. Es rectangular y puedo ver la pared de
enfrente donde hay una ilustración de unos pájaros sobre unas ramas muy
delgadas con una montaña nevada al fondo.
Abro la puerta del baño. Una
pequeña ducha resguardada por unas cortinas de plástico bastante sucias. En la
jabonera no hay nada. La taza del wáter está limpia. Me siento sobre ella
inspeccionando el receptáculo. Se escucha el goteo del grifo. Lo aprieto pero
no deja de gotear. Hay dos toallas blancas bastante gastadas por el uso y
limpias, colgadas cerca de la ducha. Un
ventanuco negro da a un patio desde donde entra un poco de luz , como si
estuviese reservada a la oscuridad, dan
ganas de gozarla. Es una luz que no ilumina ni alumbra, solo deja constancia de
su cualidad aminorada por la lejanía de la que procede su fuente.
sábado, 14 de mayo de 2016
lunes, 2 de mayo de 2016
El origen del Café La lejana
Hace más de veinte años escribía yo unas crónicas dialogadas que se iban publicando en un diario de Málaga llamado Papeles Literarios. Las crónicas eran una ficción donde se reflejaba la realidad poética del momento. Hoy las saco del baúl porque creo que no han envejecido nada.
CAFÉ “LA LEJANA”
(1996)
El otoño ha llegado y cumpliremos un
año más, lo que quiere decir que ya es
hora de
ponerme a escribir en serio. Hacía
tiempo que no reflexionaba en torno a un asunto tan baladí como un cambio de
estación. El otoño ha llegado y yo también acabo de llegar a La Lejana. Me han dicho que se van a celebrar unas
tertulias poéticas en este mismo café durante el largo otoño que se nos
avecina. ¿Quiénes leerán sus excelsos
versos? ¿Catalanes y castellanos?
¿Andaluces y riojanos? ¿Canarios y albaceteños? Me pregunto hasta qué punto es necesario que un poeta se unte de
nacionalidad, ¿La tienen los ángeles?
Me han dicho que uno de los poetas
que frecuentaba el café Bauma se ha hecho experto en “angeología”. Asegura el
poeta que la imagen aquella de un par de niños asomados a un precipicio y
custodiados por un enorme ser con cabellos rubios y dos grandes alas, es
cierta, que existe ese ser y que lo tenemos siempre al lado. Hasta creo que se
imparten cursos sobre los ángeles. Si me enterase de alguno me apuntaría. Pero
dejémosnos de tonterías que ya viene Melene.
- Tienes un cara muy seria Melene. ¿Te
ha sucedido alguna cosa?
- He perdido “Los ecos y las voces”
- ¿Qué es eso?
- La antología de García M. editada
por Júcar en 1980, allí salían las
fotos de casi todos los antologados , menos la de Abelardo L. y la de Julio
Alonso LL. La vi de saldo en la calle Pelayo. Pero ahora no sé donde está,
seguro que me la ha robado Antonio.
- ¿Y para qué iba a querer tu primo
esa antología?
- Para su tesis doctoral. Creo que
está trabajando en un exhaustivo estudio de las antologías de poetas españoles
desde la época de Meléndez Valdés hasta ahora.
- Vaya trabajito.
- No sabes cuánto siento haber
perdido la antología. Habrá sido a causa de la sorpresa de ver en el mismo
libro a Carlos Clementson, Pedro J. de la Peña y Francisco Bejarano, los tres con 20 años menos,
eso sí.
- ¿Y no estaba Pedro Rodríguez
Pacheco? Creo que por edad le correspondería figurar. Es sólo dos años mayor
que Justo Jorge Padrón.
- Pues no está. No sé si García M.
conoce “De libre edad”, la recopilación de su obra poética. Por cierto, en la
solapa de una plaquette que acaba de publicar en “Los Cuadernos de Sandua” , El
Baile de las Grullas, pone que en dicha recopilación hay poemas desde
1941 hasta 1990. ¿Nació escribiendo versos o es una errata?
- Dudo mucho que un bebé pueda salir del vientre materno
declamando poesía, sería demasiado para el cuerpo ¿no?
- Demasiado, ya lo creo.
- ¿Sabes una cosa?
- Qué
- Estoy aburrida. Creo que me voy a
dedicar a la novela. He escrito unos poemas últimamente que han sido rechazados
en casi todas las revistas de poesía de todas las comunidades autótomas, quizás
tenga que buscar mi futuro en otras tierras. Argentina, por ejemplo.
- ¿Puedes dejarme leer alguno de esos
poemas que te han rechazado?
- Cómo no. Escucha, te voy a leer “Versos de poetiso”
Versos de poetiso
zozobran mi oído
me alertan de un canto
que llena mi espanto.
Dando tumbos voy
en pos del ingrato
que busca en mis senos
pasarse un buen rato.
Me abrocho la falda
por cada soneto
que el vate me lanza
con aire indiscreto
- No tienen profundidad, es lógico
que lo hayan rechazado. ¿Has probado
también en Barcarola o en Renacimiento? También podrías intentarlo en El Signo
del Gorrión, seguro que en esa no lo has intentado.
- Te he dicho que en todas, pero
ahora que lo dices... creo que me falta Signos, seguro que en esa me lo
publican. Pero ¿por qué dices que no tienen profundidad mis versos?
- Porque son una tontería profunda.
El hecho de que hagas rimas consonánticas no es garantía de nada. Además esas
rimas están mal colocadas, deberías cambiarlas.
- Ni hablar, a mi me gustan así. No
soy ortodoxa con la poesía, y menos con la que yo compongo. Ojalá García M. se
fije en mi para incluirme en una antología.
- Si fueses asturiana ya estarías en
alguna. Me consta que le interesan las poetisas asturianas que escriben en
bable, naturalmente.
- Sería capaz de escribir en lengua
retorrománica si ello fuese una garantía de la difusión de mi obra.
- Por cierto ¿no estás contenta? le
han dado el premio Nobel a una mujer poeta.
Wislawa Szymborska.
- No conozco ningún poema, sólo el
que han publicado en “La Vanguardia” titulado Amor a primera vista, me ha gustado mucho porque es un poema que no
se preocupa sólo por las rimas. Dice algo.
- No entiendo por qué te emperras en
escribir con rimas si reconoces que no se tiene que escribir como si emulases
el romancero.
- Yo juego con la poesía, no pretendo
nada más. Reconozco que no sé llegar donde llegan algunos poetas, sobre todo,
algunas mujeres europeas de este siglo.
- Dice Wislawa que dividir la poesía
masculina o femenina está empezando a sonar absurdo, y estoy de acuerdo.
- Yo también, pero de momento tenemos
que pensar que algunos críticos todavía no se han planteado esa cuestión.
- Ni se la plantearán, déjate de
utopías, y dime qué has leído últimamente que te haya impresionado.
- ¿Te refieres a eso de una pedrada
en las entrañas?
-Más o menos.
- No estoy dispuesta a recibir una
herida, me abstengo de leer textos que me apedreen.
- Por eso escribes lo que escribes,
te falta tradición.
- Me sobra por los poros.
- Te falta, porque no la has
asimilado. Sinceramente, cambia el estilo de esos versillos y haz algo grande,
como los poemas que escribe Carlos
Clementson
_ ¿Te refieres a esos poemas tan
largos y tan densos?
- Me refiero a esos poemas tan largos
y tan densos, exactamente.
- Me pierdo. Prefiero leer a Kavafis.
- Ya, ya... ¿Y qué me dices de
Antonio H.?
- No es Kavafis
- Ni lo prentende
- Pues eso
- ¿Y el libro “Eglogas de Tiena” de
Fernando F, José. , Enrique M. y Juan J. L?
.- No lo conozco.
- Pues te lo prestaré. Son como
Garcilasos del siglo XVI.
_ Qué tontería. Estamos en el siglo
veinte ¿No?
- Pues eso.
- ¿De qué va? ¿de églogas?
- Irónicas. Tienen escuela los
chicos.
- Como yo.
- Claro, como tú.
- ¿Por qué no nos vamos?
- Estoy esperando a Exuperia Vid.
- ¡Ah!, la poetisa galardonada con
diez huchas de oro en su pueblo... pues yo me voy que tengo que pensar en mis
poemas y en los ángeles.
domingo, 1 de mayo de 2016
Fuga (poema)
Fuga
Cuando ganó el
objeto de su amor
en tropel todas
las que fue entraron a un barco.
La rigidez del
capitán quiso ordenarlas
pero la neurótica
H. se puso a fumar
como si sus dedos
descifraran en el humo
el verdadero
sentimiento de atemporalidad.
Así, floreció una
ristra de ajos, cambió
la
bombilla una mano desgajada,
la
realidad se hizo invisible
y tomó mil
aspectos que en el otro orden
se
convirtieron en actos fallidos. Así
ver el mar, por
ejemplo, todo marrón,
motivó que un
olvido respecto a quién era
le hiciera mirar
hacia un horizonte ladeado.
Y formó un hogar
del deambuleo.
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