Existe una cosa vaga y misteriosa llamada actitud vital. Si por un momento
saltamos de la literatura a la vida, todos conocemos a personas que están
enfrentadas con la existencia; personas infelices que nunca consiguen lo que
quieren; que están frustradas, quejosas, plantadas en un ángulo incómodo desde
donde lo ven todo ligeramente torcido. También hay otros que, aunque se
muestran del todo satisfechos, parecen haber perdido todo contacto con la
realidad y les prodigan todos sus
afectos a perritos y porcelanas antiguas. No se interesan por nada aparte
de las vicisitudes de su propia salud y los altibajos del esnobismo social. Sin
embargo, hay otros que nos llaman la atención –el motivo preciso sería difícil
de decir- por estar ya seda por naturaleza o por las circunstancias en una
posición en la que pueden emplear sus facultades al máximo en cosas
importantes. No son necesariamente felices o afortunados, pero hay un
entusiasmo en su presencia, interés en sus actuaciones. Parecen vivos en todos
los aspectos. Esto puede ser resultado en parte de las circunstancias –han nacido
en un ambiente apropiado- pero es mucho
más resultado de un equilibrio afortunado de cualidades personales por el que
no ven las cosas desde un ángulo incómodo, torcido del todo; ni distorsionado
por una neblina sino nítidas y proporcionadas; están sujetos a algo firme;
cuando entran en acción, impresionan.
Virginia Woolf
Traducción de M. Ángel MartínezCabeza
Foto: en la librería Linardi y Risso de Montevideo